La revista ‘Haurdanik’ -que edita la Asociación Vasca para la Ayuda a la Infancia Maltratada (AVAIM)- ha publicado en el número 40 de la publicación, dedicado a la custodia compartida, dos artículos de los técnicos del Servicio de Justicia Restaurativa Almudena Requejo y José Ignacio Martínez Ruiz.

Ambos participaron como ponentes en unas jornadas en noviembre sobre los pros y contras de dicho régimen familiar, y abordan algunos de sus aspectos más relevantes en ambos artículos.

Así, José Ignacio Martínez Ruiz, coordinador del Servicio de Justiticia Restaurativa del Gobierno vasco, habla de la ‘Coparentalidad, una experiencia vivencial’, un artículo en el que aborda la necesidad de, ante una separación, “trabajar en crear otro entorno nuevo, seguro, equilibrado, respetuoso y atractivo” entre las partes ya separadas de la pareja, “en beneficio necesario de nuestras hijas e hijos”. “La coparentalidad, como forma equilibrada de crecimiento conjunto, requiere de ambas personas que conforman la expareja, que trabajen al menos, en mantener puentes de comunicación respetuosos y constructivos, e intenten mantener criterios comunes conjuntos, como mínimo a nivel básico, que contribuyan al desarrollo positivo de sus hijos e hijas”, reflexiona Martínez Ruiz, quien destaca que “es necesaria una cierta confluencia de criterio y superar las desavenencias que se pueden generar, y que, indudablemente, se van a producir”.


En este sentido, resalta que la coparentalidad se trata de “un proceso que requiere un esfuerzo prácticamente diario por mantener un adecuado intercambio de impresiones”, y advierte de que en este camino “no caben las faltas de respeto”. “Debemos situarnos siempre en la imagen más favorable que nuestros hijos e hijas puedan tener sobre nosotros y nosotras, no sólo como figuras de cuidado y atención hacia ellos, sino también con respecto a la relación que mantenemos con la otra persona progenitora”. Y apunta que este aprendizaje es “bidireccional”, y que los padres y madres deben empaparse también de “las enseñanzas vivenciales” que aportan los hijos e hijas, y de su “capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias, de su flexibilidad, de su capacidad para facilitar la convivencia, su coherencia y su contribución al equilibrio y a la superación de las crisis”. “Si nos fijamos, sentiremos todo lo que pueden llegar a ofrecernos. Vivámoslo”, subraya.

La mediación, un proceso que pone en el centro a toda la familia

Almudena Requejo, técnica facilitadora del Servicio de Justicia Restaurativa del Gobierno vasco, habla por su parte sobre ‘¿Qué puede aportar la mediación?’, tanto la extrajudicial como la intrajudicial, y explica que se trata de una herramienta en que las partes buscan “con la ayuda de un tercero imparcial” y “a través de su participación voluntaria”, una solución que sea “satisfactoria para todos, especialmente para los y las menores”, y que evite “la judicialización contenciosa”.

De esta forma, destaca, la mediación pone el foco en los y las menores y “reduce la victimización que los hijos e hijas sufren durante el proceso contencioso”. Y lo hace, explica, acompañando a los progenitores “en la reflexión acerca de aquellas actitudes a evitar” u ofreciendo, al mismo tiempo, un espacio de reflexión en que los menores pueden plantear dudas y lograr respuestas “sinceras y con un único discurso”, logrando que se sientan “en una relación segura donde expresar sus dudas y emociones.

“En definitiva, el proceso de mediación pone en el centro a todos los componentes de la familia y trabaja desde la filosofía de que la crisis es una oportunidad para lograr el objetivo que nos impulsó a tomar la decisión de no continuar con el proyecto de vida que teníamos: ser más felices”, subraya Requejo.